miércoles, 24 de febrero de 2016

!No seas confianzudo! O sobre el uso de la palabra "Anata"






¿Y a ti quién te ha dado esa confianza? Es lo primero que más o menos se me cruza por la cabeza cada vez que alguien se dirige hacia mí usando la palabra Anata. Lo gracioso, y es que al final siempre me lo tomo así, es que estos estudiantes de grupos iniciales que tengo, hacen un gran esfuerzo por responderme correctamente a mi saludo, que no es otro que el tradicional Ogenki desuka? (¿Cómo estás?) que les digo apenas llegan a clase. Me dicen: espere, espere, ahora le respondo en japonés y se lanzan diciendo con alegría: Genki desu. Anata wa genki desu ka? (Estoy bien. ¿Cómo estás tú?)

Y me siento en la obligación de hacer una pausa, para explicar un poco el uso de la palabra Anata. Y lo primero que les digo, exagerando un poco, para que el efecto quede más firmemente en sus memorias, es que la palabra Anata, que innegablemente significa “tú”, no se usa y que usarla puede ser considerada como una falta de educación, si bien a los extranjeros a veces le perdonan esta falta con condescendencia (o pena, o resignación), cosa que no ocurriría en caso de que lo dijera un japonés. Si los japoneses hacen bien o mal en no corregirnos es otro tema que no tocaré hoy.



“Eso no es verdad” reclaman. “En las telenovelas las esposas siempre dicen Anata a sus maridos”. Y me sonrío y les digo que tienen toda la razón. Que las mujeres casadas muchas veces se dirigen a sus maridos usando la palabra Anata, pero más que expresar un “tú”, es casi una expresión de cariño y confianza. Pero les digo también que el marido no puede, o simplemente no llama de la misma manera a su esposa.





“Y en los anime”, gritan otros. Y me sonrío otra vez y les digo que eso también es verdad. Pero que eso se debe a que es aceptable o natural usar Anata o variaciones de ésta, como Anta, Kimi, Omae entre otras, en contextos de sorpresa, recriminación o enfado. Situaciones donde en teoría reaccionamos de palabra antes de que seamos capaces de pensar lo que decimos. O sea, cuando discutimos acaloradamente o cuando en un anime se están peleando a muerte. En esos casos sí que sería gracioso escuchar a dos personas hablarse con honoríficos de tipo san, mientras se lanzan golpes de derecha, patadas, o todo tipo de artefactos asesinos. En qué momento dejamos de usar el nombre propio y reaccionamos con un Anata o similares, dependerá de cada uno de nosotros, es decir de la tolerancia y paciencia que exista en cada una de nuestras relaciones. Ejemplo práctico: a la mínima dos hermanos se ponen a discutir y dejan de llamarse por su nombre, pero si existe un desacuerdo entre dos adultos y compañeros de trabajo uno tiende a tener más tolerancia y paciencia. Y la tolerancia es aún mayor si uno habla con una persona que tiene más autoridad.

¿Entonces, en qué quedamos? ¿Podemos o no usar la palabra Anata? Pues, la respuesta es nuevamente que en el mundo social fuera de los círculos más cercanos, no se usa mucho. Cuando hablamos a otra persona, siempre debemos en lo posible usar su nombre junto a un honorífico, normalmente el san. Usar Anata como reemplazo puede provocar cierta incomodidad en la otra persona. Si se nos olvida el nombre pero sabemos su estatus dentro del grupo al que pertenece podemos usar ese término también. Y puede ser desde Okaasan (madre) hasta Shachoo (presidente de una empresa), pasando por Sensei (maestro, profesor).

¿Y si no sabemos el nombre de la otra persona? Pues se le pregunta primero el nombre y luego preguntamos lo que queríamos originalmente. Pero con discreción, tacto y memoria para no estar preguntándoles el nombre cada tres minutos.

Es quizás éste el motivo por el que es tan importante para los japoneses, sobre todo cuando se encuentran por primera vez en algún acto que requiera el más mínimo protocolo, entregarse mutuamente tarjetas de presentación, que recibirán con respeto y muchas veces colocarán con cuidado sobre la mesa para poder tener los nombres, literalmente a la mano, en caso de emergencia.





Por último. Existe otra situación más en la que se usa el Anata. Pero este caso es fácil y lógico. Cuando preparamos o respondemos preguntas escritas. Lógicamente no es práctico poner el nombre de cada uno, así que en estos casos es natural que utilicen la palabra Anata. Por eso, en los libros de lengua japonesa se utilizan tan a menudo cuando nos preguntan informaciones sobre nosotros mismos.

Así que ya sabes. La próxima vez que un japonés (por ejemplo, nuestro amigo Tanaka, omnipresente en casi todos los libros de lengua japonesa) te salude diciendo: ¿Ogenki desuka? Responde diciéndole: Hai, genki desu. Tanaka san wa? Y si bien quizás al hacerlo no sientas que hayas mejorado mucho tu conocimiento de la lengua, habrás dado con toda seguridad un pequeño paso firme en el entendimiento del espíritu de esta lengua y por lo tanto, de su cultura.


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